En el 2020 ya no existe el boxeo
porque las ansias de violencia del espectáculo hacían que los cuerpos humanos
no resistieran y que fueran substituidos por robots que en sucesivas
generaciones consiguen mejorar sus habilidades. Así que nos encontramos a un
Hugh Jackman que interpreta a un buscavidas que se dedica a llevar robots a las
ferias y a las competiciones para que luchen, no tiene mucha suerte y siempre
acaba con los robots para el desguace y con una gran deuda. Así que cuando se
ve obligado a cuidar durante el verano de su hijo de once años al que no
conoce, su vida cambia por completo. Si no fuera por su amiga Bailey
(Evangeline Lily) su vida sería más complicada. Las robots están bastante bien
y tienen su gracia y sus momentos surrealistas como esa corrida de toros que se
marca uno. No hablan como los de Transformers y se agradece porque para lo que
decían ellos mejor quedarse calladitos. La acción de las peleas está bastante
conseguida, resulta divertido como las máquinas luchan entre ellas mientras los
hombres las miran tranquilamente. Se agradece que no las humanicen ni les den
ningún tipo de sentimiento como hacía Spielberg en Inteligencia Artificial
(Curiosamente el es uno de los productores de la película) Los robots cumplen
una función como máquina de estar a disposición del hombre, en este caso para
su disfrute y para su entretenimiento.
Aunque el protagonismo caiga
sobre los robots y sobre el Hugh Jackman, para mi, y creo que también para
muchos, el mayor aliciente es ver a Evangeline Lilly en pantalla grande, hace
más de un año que se emitió el último capítulo de Perdidos y aunque esta
ausencia no se llenar, al menos se hace más llevadera viéndola en la piel de
otros personajes. Aunque tan sólo sea un personaje secundario tiene bastante fuerza
y es único personaje que sin violencia y con ganas de ayudar se enfrenta a Charlie
Kenton. Simplemente por ella ya merece ver la película aunque no te gusta nada
de lo demás.
Aunque dure algo más de dos horas, no se pierde en digresiones ni en subtramas que no llevan a ningún lado, va a la acción de las luchas de los robots y a la historia de un padre con un hijo. También se agradece que el niño no sea el típico repelente, sino que más bien es un adolescente friky que es muy aficionado a los videojuegos y que ve el trabajo de su padre como una forma de acercase a el y ganarse su cariño. No resulta aburrida y puede ser un buen entretenimiento para que los padres acompañen a los hijos. Quizás lo peor son los últimos cinco minutos del final que le hubiera dado un final un poco más digno y menos sentimental.
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