“Grand Piano” comienza con la
llegada a Chicago de Tom Selznick, pianista de gran renombre que años antes
abandonó la música debido al fracaso de su último concierto, en el que falló en
la ejecución de la pieza más representativa de las composiciones de su mentor.
Con mucho miedo y aun más nervios por su retorno a los escenarios, promovido
por su novia, una gran actriz y cantante con más éxito que él, Tom se sienta al
piano dispuesto a demostrarse a sí mismo y a los demás que es capaz de volver a
enfrentarse al público. Sin embargo, en una de sus partituras encuentra unas
notas extrañas que le avisan de que si no toca correctamente su novia o él
morirán. Lo que a primera vista parece una broma macabra, se convierte en una
amenaza real cuando su anónimo amenazador le hace llegar un receptor a través
del cual le va dando instrucciones para tocar la pieza en cuestión, al tiempo
que le va aumentando el nivel de su intimidación hacia sus allegados.
Con esta premisa que recuerda a
los grandes trabajos de suspense que en su momento realizaba el gran Hitchcock,
el director español Eugenio Mira (“Agnosia”) propone un juego del ratón y el
gato a tiempo real en “Grand Piano”, con la música clásica como hilo conductor
que, además juega un papel importantísimo no sólo en el argumento sino también
en la composición formal de la película. La película de Mira tiene en su
montaje una de sus mejores bazas junto con la excelente banda sonora, que ya
desde los mismísimos títulos de crédito, se fusionan mostrando el engranaje
interior del piano con una atmósfera tensa que va dando pistas de esa tensión
que va a perdurar durante todo el film. El suspense de “Grand Piano” comienza
desde ese mismo momento e incluso durante la presentación de los personajes,
alargando incluso la llegada de Tom al auditorio para hacernos sentir la misma
angustia que siente el músico y retrasar el miedo a lo que le espera dentro,
pero es en cuanto se sube al escenario cuando esa tensión hitchconiana va “in
crescendo” apoyada además en planos imposibles, en reflejos del propio Tom
siendo consciente visualmente de su miedo, y sobre todo en la música.
Pero el problema que existe en
películas con argumentos similares, como sucedía en “Última llamada” de Joel
Schumacher por poner el ejemplo más cercano a ella, es que las resoluciones y
los giros que descubren a los culpables y sus motivaciones, suelen tener tan
poca consistencia y ser tan inverosímiles que están a años luz de convertirse
siquiera en el peor de los capítulos de Alfred Hitchcock presenta, por no
hablar de la filmografía del inglés. Y es que toda esa inquietud con la que
seguimos nota a nota las manos sobre el piano de Tom, se hunde por momentos al
aparecer en escena la persona que le está amenazando. En un papel que acusa más
su presencia que su ausencia, John Cusack resulta un villano bastante plano que
no está a la altura de lo que se requería de un guión como este. Tampoco
tenemos en “Grand Piano” un elenco de secundarios potentes que den su apoyo al
protagonista, siendo además este último un Elijah Wood que ocupa casi la
totalidad del metraje con una actuación simplemente correcta, y sin cambiar la
expresión de su cara en ningún momento.
“Grand Piano” es entretenida, si.
Mantiene la tensión durante buena parte de la película, también. Está dirigida
y montada con una exquisitez que hace que cuando sales del cine todavía pienses
en los detalles de esa dirección, pero desgraciadamente el guión no termina de
perdurar en la mente del espectador cuando precisamente ese debería ser el
punto más fuerte de una película de estas características.
No hay comentarios:
Publicar un comentario