Al encuentro de Mr. Banks la película dirigida por John Lee Hancock, podríamos decir que se centra en la creación de esa magia. Como si un mago nos contase su truco de magia, pero lo hiciera usando la misma magia que nos deja fascinados. No fue fácil para Walt Disney convencer a la autora P.L. Travers para que cediera los derechos de su obra para realizar una película. Durante más de veinte años, Disney periódicamente la insistía, pero Travers se negaba en rotundo a ceder sus derechos, no creía que una película de animación pudiera hacer justicia a lo que ella había escrito. Fue en el año 1961, y tan sólo tras el descenso de las ventas de sus libros, cuando a Travers no le quedó más remedio que dar su brazo a torcer. Obviamente, no se lo puso nada fácil a la producción de la película, la primera norma que impuso fue que no fuera una película de animación y la segunda, ser parte activa de la creación de la película, teniendo ella la última palabra sobre cada una de las decisiones que se tomasen. Más allá de las complicaciones que impuso para que saliese la película adelante, tal y como nos muestran, la película finalmente se realizó. Eso sí, aunque eso no se nos enseñe en la película, cuando Travers vio Mary Poppins acabó tan espantada, que se negó en rotundo a dejar que adaptasen cualquiera de sus otras novelas centradas en la célebre niñera.
Al encuentro de Mr. Banks no es perfecta, ni mucho menos, sus tics resultan cargantes y te expulsan por completo de ese universo de personajes mágicos como al que da vida Paul Giamatti. Cada vez que un flashback vuelve a aparecer, lo único que deseamos es volver de nuevo a los años 60 y a la creación de la película. Y es curioso que pese a la insistencia en recrear la infancia de Travers, acabe resultando mucho más fascinante la crónica de su infancia que hace Walt Disney en un simple y breve monólogo, que bien hubiera sido motivo más que suficiente para que Tom Hanks optase al Oscar. Pero más allá de estos problemas, lo cierto es que por suerte Al encuentro de Mr. Banks es una película con capacidad suficiente para transportar al espectador, para hacerle soñar. Transportarse a ese Londres de principios del Siglo XX en el que habitaba Mary Poppins, para simplemente hacer volar una cometa, como en ese Let’s Go Fly a Kite, posiblemente la mejor escena de la película y en la que se sintetiza toda la magia que siempre ha envuelto a un estudio como Disney. Mary Poppins fue nuestra infancia, y va a seguir siendo la de los muchos niños que quedan por venir durante años venideros, y Al encuentro de Mr. Banks es algo tan maravilloso como la explicación de dónde viene la magia, pero en lugar de destripar todos los secretos, consigue hacer de ello, una experiencia tan gratificante como ensoñadora.
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