Si no conocemos el pasado o no
llegamos a comprenderlo, es difícil que podamos analizar bien cómo hemos
llegado a la situación actual. Lo que nos proponen con El encuentro es volver a
una de las noches más importantes para lo que sería nuestra democracia. El que
era en ese momento presidente del gobierno Adolfo Suárez se reunía con Carrillo
para hablar de cómo debía ser la nueva España que surgiría de tantos años de
dictadura, un país moderno que superara todos los miedos y los rencores pasados.
Para los que primero perdieron la guerra y luego tuvieron que huir de su país
las cosas fueron más complicadas porque cuando muere el dictador fueron ellos
los que tuvieron que ceder más para evitar un nuevo conflicto que volviera a
poner enfrentadas a las dos españas de las que hablaba Machado. La situación
del presidente Suárez fue complicada porque quería que el país avanzara pero
debía contentar a los nostálgicos del franquismo, que el mismo representaba
pues formó parte importante de sus gobiernos pero también respetando a los que
sufrieron las injusticias de la dictadura que buscaban su momento para
revindicarse. Por otro lado Carillo seguía exiliado en Francia y esperaba que
se legalizara el partido comunista en España en unas condiciones justas y que
pudiera volver a su país después de tanto tiempo para construir un país más
libre, justo y respetuoso. Buscaban un mismo fin aunque por distintos caminos;
una estabilidad y que España saliera del agujero que estuvo tanto tiempo
metida. Hacían una política con una visión de futuro que no encontramos en los de
ahora Son de miras cortas y tan sólo buscan el poder por el poder y los
objetivos a corto plazo. No tienen interés en mejorar la situación, tan sólo
ven la forma de mantener su estatus de privilegia mientras el resto de la
población sufre la consecuencia de sus decisiones.
El encuentro se plantea como la
lucha de los dos personajes en un momento de debilidad en el que ambos se
jugaban mucho. A Suárez se le cuestionaba dentro de su partido y Carrillo
estaba a merced de las decisiones del presidente que era el que podía facilitar
su vuelta. Cada uno de ellos se plantea como un combate dialéctico, una partida
en la que si juegan bien no sólo ganan ellos sino que gana todo el país. Las
buenas intenciones de ambos se han visto que con el tiempo no han dado los
frutos que esperaban porque seguimos enfrentados unos contra otros, y aunque
ahora no hace falta levantamientos militares ni golpes de estado la situación
es complicada. El espíritu de la
transición fue de olvidar y pasar página. Ahora pasados los años los deseos de
la gente de simplemente de enterrar a sus muertos suena a radical porque en su
momento no se hicieron las cosas tan bien como se debieron. Los dos actores de
la obra, Eduardo Velasco y José Manuel Seda hacen un gran trabajo, sobrio y
emotivo. La obra no se posiciona en ninguno de los dos bandos pero nos da los
elementos necesarios para que podamos sacar nuestras propias conclusiones.
La obra se representa en la sala
pequeña del Teatro Español, un espacio bastante íntimo que le viene bien a una
obra de emociones contenidas. Hay asientos que prácticamente están dentro del
escenario que tienen una visión privilegiada de la obra como observadores
privilegiados de un momento histórico. Muy recomendable.
Hasta el 30 de marzo en la Sala Pequeña del Teatro Español - Princesa 25 - Madrid
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