Snowpiecer
nos mete en una fantasía distópica en la que la humanidad ha quedado reducida a
los pasajeros de un tren condenado a no parar por una tierra congelada en la
que la vida se ha hecho imposible. El director sitúa como protagonistas de la
acción a los pasajeros del último vagón, aquellos que no tienen privilegios y a
los que casi se les ha despojado de la dignidad humana y tan sólo se recurre a
ellos como medio de supervivencia de las clases sociales más favorecidas.
Siendo una película de ciencia ficción en donde no se pretende buscar realismo
en lo que cuenta sí que es fácil encontrar una lectura actual y política. En
ese tren está representada toda nuestra cultura en la que hay diferentes clases
sociales en la que las diferencias entre unos y otros son notables, una falta
de oportunidades y una diferencia que no es dada por la naturaleza sino que es
impuesta y que se pretende que no se cambie. El orden y esa situación que
justifican los poderosos para mantener sus privilegios es debido a que haya
muchos que no tengan nada y que bajo ninguna circunstancia puedan cambiar su
situación. Si no hay libertad, ni dignidad humana ni igualdad de oportunidades
la paz tan sólo es una falsa ilusión, algo que mantiene a unos en el poder y a
otros sufriendo las consecuencias de un sistema injusto. De todos modos la
libertad y tener que tomar uno sus propias decisiones no es nada fácil y hay
quienes prefieren estar sometidos y ceder la libertad a cambio de protección y
de unos mínimos niveles de vida aunque esta no sea la mejor de las posibles.
También están los indiferentes que buscan tan sólo su propio interés sin
importarle demasiado cambiar el sistema ya que ellos han conseguido adaptarse a
las circunstancias en las que viven. El
protagonista de la historia es un joven que busca eliminar al que controla el
tren y hacer una sociedad más justa poniendo como líder a uno de los ancianos
del grupo, aunque hace tiempo que él se ha situado como el único que les puede
dirigir. Para cambiar el sistema y hacer un vuelco tan profundo quizás sea
necesario algo más que cambiar a una persona por otra. Tiene que recorrer todo
el tren junto con un grupo de voluntarios que serán testigos privilegiados de
la totalidad de la sociedad que quedan y veremos cómo la visión que tiene cada
uno del dueño del tren, Wilford, depende de la posición que cada uno ocupa en
la escala social.
La película
tiene una estética que nos puede recordar a otras películas de temática similar
de decadencia aunque esta no es la única que nos encontramos a lo largo de la
historia. A medida en la que vamos avanzando en la historia y en los vagones va
cambiando adaptándose a la historia y a las circunstancias de los habitantes.
Se hace agradable que no toda la película sea un mundo negativo y gris sino que haya momentos en los que el
director meta algún que otro toque de color e histrionismo, esto último
representado por el personaje de la ministra que interpreta Tilda Switon. Es
curiosa su historia porque siendo ella parte del sistema y alguien importante
no dudaría en traicionarlo si con ello logra beneficiarse. El encargado de todo esto es Joon-ho Bong
director coreano responsable de la aclamada The host. En esta ocasión ha
utilizado a un reparto americano que encabeza Chris Evans, Jamie Bell, John
Hurt y la mencionada Tilda Switon. Una película más que recomendable.
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