Hay
poca gente que no haya tenido experiencias con Bola de Dragón (léase o dígase
con la voz potente y llena de convicción de aquel maravilloso doblador que
cantaba el tema en castellano). Es parte de una cultura de los que rondamos la
treintena, de aquellas meriendas y de aquella parrilla de televisión que
pensaba en otros públicos más jóvenes. Incluso hoy en día, en la TDT podemos
encontrar todavía reemisiones de capítulos de la serie, cuyos originales ya
acusan el uso y abuso repetido de las cadenas. Dragon
Ball es uno de esos proyectos en los que Japón comprobó que a ciertos proyectos
se les podía sacar dinero. Bandas sonoras, películas en cine, OVAs (episodios
especiales directos a video), videojuegos… Un proyecto rentable tiene beneficio
mucho tiempo después de sus primeros pasos. Y de ahí llegamos aquí. La
historia de Dragon Ball terminó hace ya unas tres décadas con el manga, pero
reediciones y videojuegos han mantenido
esta máquina de hacer dinero activa y funcionando. De hecho, los últimos años
nos han proporcionado algunas películas que han intentado juntar la dicotomía que
podemos notar en la obra original. ¿Y de qué
trata esta dicotomía? Dragon Ball empezó como un manga de aventuras, simple,
sencillo, sin muchas explicaciones y con un ritmo pegadizo y endiablado. Esta fórmula
de manga juvenil engancho a mucha gente, pero la propia obra evoluciono hacia
un manga de luchas, con el argumento típico de un “shonen” de luchas, o manga
juvenil: aparece enemigo más fuerte, luchan y vence el mal, entrenamiento de
los personajes, gana el bien por los pelos, repitamos desde el principio.
Y
explico esta dicotomía porque es quizá la característica más presente en la
película. Hay mucha gente que quiere ver a sus superguerreros favoritos trabajándose
el lomo de nuevo en la gran pantalla. Las luchas siempre han sido
espectaculares, a pesar de que en la serie original tardasen capítulos y capítulos
en tener un desenlace. Y de hecho, la película nos ofrece una primera lucha muy
impactante. Pero posteriormente este film se debate entre muchos de los temas
que se tratan en la obra original, y ofrece mucho del humor característico del
creador, Akira Toriyama. Humor muy endémico japonés, que puede chirriar, y de
hecho chirria con muchos públicos. El
desarrollo de la película sufre de interrupciones para ofrecer guiños a la
serie, o recuperar personajes antiguos solo por el placer de volver a verlos de
nuevo. Y son estas interrupciones las que pueden restar interés sobre el
material de base, que no es malo. La descripción del enemigo en esta nueva
entrega es cuando menos interesante, moviendo la concepción habitual que
tenemos de los enemigos de esta serie a otro campo, en el que de nuevo el
enemigo es el más fuerte, pero en el que no puede haber lugar ni tiempo a
mejora. Pero sin embargo, quizá la presentación de este personaje carece de
cierto ritmo, ritmo que, por otro lado, se pretende implantar en los momentos
de lucha, con planos y situaciones que bien justifican el poder disfrutar de
esta película como bien merece: en el cine.
Dragon
Ball: la batalla de los dioses es una película diferente, que se mueve entre el
homenaje al clásico y la innovación de las técnicas actuales, y que si bien
puede tener ciertas fallas en la ejecución a nivel narrativo, técnicamente el
resultado es muy bueno. No es necesario ser crítico en demasía con este título,
pero eso puede ser porque para un servidor ha sido todo un placer volver a
emocionarse con estos viejos conocidos y de la mejor manera, repito, en una
sala de cine.
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