lunes, 12 de enero de 2015

Crítica: V3nganza de Oliver Megaton


Oliver Megaton, director de 'Venganza 2: conexión Estambul', repite dirigiendo 'V3nganza', la última película de la saga protagonizada por Liam Neeson y creada y producida por Luc Besson. Si las dos anteriores eran películas flojas, con sus pocos más y sus muchos menos, ésta se lleva el premio.


Todo comienza con el ex-agente especial Bryan Mills siendo el feliz mejor amigo de su ex mujer, el padre perfecto que regala un oso de peluche gigante a su hija por su cumpleaños. Desde ese primer momento en el que dicen una de las peores frases de la película -tan mala que haría avergonzarse a los guionistas de cine de serie Z- nos damos cuenta de que la película -a demás de ir a peor- no va a destacar por los diálogos y mucho menos por sus interpretaciones. Son dignas de la serie Z más casposa. Y hay quien dirá que ni falta que hacen porque es un film de acción, ¿no? Pues no. En teoría no hacen falta unos diálogos brillantes cuando la acción es buena. En teoría, pero en la práctica 'V3nganza' tiene un problema -quien dice uno dice varios-, y es que los momentos en los que los coches superan los 150km/h, vemos cuatro explosiones en dos minutos y a un montón de especialistas dándose puñetazos y patadas son aburridos. Así, sin más. Se nota que Liam Neeson tiene una edad, y no sólo en las peleas coreografiadas de manera bastante torpe, sino cuando corre, salta o hace cualquier tipo de esfuerzo físico. Oliver Megaton y los cuatro -¡cuatro, ni más ni menos!- parecen haberse puesto de acuerdo para conjugar una acción rodada con vaivenes constantes de la cámara que nos dejan ver más bien poco y un montaje con tantos cortes que harán que el espectador se pregunte de quién es ese puño o quién ha recibido esa patada. A pesar de recibir tanto estímulo visual incluso los fans de la saga acabarán aburriéndose, preguntándose por qué han decidido sacar una nueva e innecesaria entrega de las aventuras forzosas de Bryan Mills.
'V3nganza' derrocha acción: disparos, persecuciones, disparos durante persecuciones, múltiples explosiones, peleas mediocres y alguna que otra carrera. Pues bien, esto no estaría mal si no fuese por la decisión -una de las peores que han podido tomar- de no mostrar más de tres gotitas de sangre y unas heridas que parecen maquilladas por un niño de cinco años. ¿Qué alguien recibe dos tiros en el abdomen llevándolo al descubierto? Pues le pintan dos circulitos naranjas y listo, porque todos sabemos que si alguien recibe un disparo no sangra. Igual que cuando hay una herida con un cuchillo: una línea anaranjada y arreglado. Absurdo censurar la sangre en una película con una carga tan alta de violencia.


A nivel de guión, y dejando los diálogos a un lado, nos encontramos con situaciones inverosímiles incluso dentro del género. Los giros de guión y las explicaciones no sólo rozan el absurdo en algunas ocasiones, sino que lo superan. La resolución de problemas algunas veces está tan cerca de un deus ex machina que sólo podemos llevarnos las manos a la cabeza asombrados por el descaro y poca habilidad de Luc Besson y Robert Mark Kamen como guionistas. Los personajes, construidos con los peores fragmentos los peores personajes de las peores películas de acción, son un tópico tras otro ya sean buenos o malos: los buenos son buenísimos y los más nobles, los malos malísimos y todos son lo que parecen. Los personajes peor construidos son, sin duda, estos últimos: rusos sin ninguna inquietud más allá de destruir y matar o de acostarse con despampanantes rusas en el jacuzzi de su mansión-cuartel general del mal absoluto. Las mujeres podrían haber sido sustituidas por floreros y nadie se habría dado cuenta, ya que se limitan a gritar asustadas, morir o ser secuestradas -y salvadas-. 
En definitiva, 'V3nganza' es acción comercial aburrida y con poco sentido, un despropósito poco recomendable. Tan poco recomendable que ni siquiera se podría aguantar un domingo con resaca. Lo mejor en ese caso sería ponerse 'Zombeavers', que aunque sea mala tiene momentos desternillantes y ningún tipo de pretensión.


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