Pier Paolo
Pasolini es un director cuya vida y obra están muy relacionadas. Sus películas
son combativas, críticas y nada convencionales. Sus historias no dejan
indiferente a nadie. Su última película, Saló o 120 días de Sodoma se estrenó
poco antes de ser asesinado en una playa de Ostia en Roma. En ella se relataba
cómo un grupo de liberales secuestraban a jóvenes a los que sometían a todo tipo
de humillaciones para acabar asesinándolos. Era un muestra de hasta qué punto
el hombre podía cometer actos violentos contra otros hombres, cómo la violencia
forma parte de nuestra naturaleza y quizás el amor y la compasión sea la forma
que la cultura ha inventado para la supervivencia de la especie. Pasolini de
Abel Ferrara no es un biografía al uso porque más allá de contarnos detalles
biográficos concretos como qué cosas hizo, qué le sucedió sino que busca
relacionar su mundo incluyendo sus experiencias, su visión del mundo con su
obra, haciendo referencia específicamente a la película que estaba preparando y
que la muerte nos privó de verla.
Una de las cosas que más me ha gustado de la
película es sin duda la especial relación que tiene Pasolini con su madre, ella
que ya había perdido a al menos otro de sus hijos ve a su Pier Paolo como su
pequeño hijo al que quiere cuidar y proteger, aunque en el momento en el que se
narra la historia ya tenga más de 50 años. También es interesante analizar la
visión que tenía el de sí mismo al crear un personaje que tiene gran similitud
consigo mismo y con una biografía similar y que dice despreciar. Su figura es
triste y en todo momento se debate en una melancolía y en una existencia
abatida de alguien que ve el mundo como una amenaza constante y en donde no hay
sitio para la fraternidad o el amor. Abel Ferrara no es un director
convencional y sólo alguien como él podría atreverse con un personaje como este
después de traernos hace unos meses los excesos de Dominique Strauss-Kahn en
Welcome to New York contando a Gérard Depardieu como protagonista. En Pasolini cuenta
con el gran trabajo de Willem Dafoe que consigue desaparecer completamente y
que veamos a Pasolini. Su transformación física es impresionante adoptando los
gestos y las formas como propios. Sin duda ya sólo por ver su trabajo ya merece
la pena.
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