'Eva, la ópera prima de Kike
Maíllo, fue una de las grandes sorpresas de 2011. Nominaciones y galardones en
las galas de premios más importantes de España, estreno fuera de nuestras
fronteras y críticas mayormente positivas avalan esta obra. Ahora el director
vuelve con 'Toro', su segunda película.
Los títulos de crédito de
apertura de sus dos películas son un reflejo de lo que veremos a continuación:
los cristales que conforman la personalidad en los robots de 'Eva', de una
elegancia y delicadeza absoluta; alambres de espinos, rejas de cárceles y
cartas de la baraja española cayendo a cámara lenta en 'Toro'. En ésta narra la
aventura de dos hermanos en su huida de un terrible mafioso por una Andalucía
ficticia. Kike Maíllo deja de lado lo construido en su primera película para
adentrarse en el terreno de las mafias violentas, las persecuciones en coche y
las peleas sangrientas. El director ha cogido influencias del cine quinqui
español de los setenta y ochenta, las películas de mafias, la saga de
videojuegos 'Assassin's Creed' y, sobre todo, 'Drive'. Porque 'Toro' es una
sombra de la obra de Nicolas Winding Refn, pero completamente fallida. Podría
ser porque en ningún momento queda demasiado claro qué quiere contar Maíllo, y
cuando queda claro es imposible comprender las motivaciones de los
protagonistas. Otro motivo podría ser porque el simbolismo –destino, lealtad a la familia, honor– es
demasiado obvio pinzas y no aporta nada. O porque la Andalucía retratada es tan poco creíble que más que estar
ambientada en Andalucía parece cualquier ciudad playera estadounidense. O
porque las situaciones dramáticas no tienen fuerza suficiente como para hacer
que el espectador se interese. O porque algunas situaciones son involuntariamente
cómicas y poco creíbles debido a lo bizarro de su concepción, incluso dentro
del universo que plantea Kike Maíllo. El guión de 'Toro', escrito por Rafael Cobo
y Fernando Navarro, sigue el esquema típico, dando la sensación de que se ha
escrito siguiendo unas pautas preestablecidas por el género. Esto provoca que
en algunos momentos sea completamente predecible. Algunas secuencias están muy
pasadas de vueltas y eso hace que el conjunto se resienta. La construcción de
personajes es básica pero precisa, excepto en el protagonista. Toro es un
personaje con unas motivaciones claras pero con una personalidad difusa. Y no
digo misteriosa, como el personaje de Ryan Gosling en 'Drive', sino imprecisa y
con falta de coherencia.
La realización es, sin duda, lo
mejor de la película. Kike Maíllo demuestra que sabe lo que hace casi todo el
tiempo. Quitando unos pocos planos rodados a cámara lenta no hay peros a la
realización. Lo mismo pasa con el trabajo de dirección de actores: sus
interpretaciones son eficientes, destacando positivamente Claudia Canal. Cada
vez que sale en pantalla el espectador recupera el interés perdido ya que es,
además de la que mejor está en la obra, el mejor personaje. Sin embargo hay un
lastre claro, y ése es José Sacristán haciendo de José Sacristán interpretando
a un malo. En todas sus apariciones hay un deje de hastío y pereza que sacan de
la película. No sé si el problema es de dirección, de guión o que, simplemente,
José Sacristán está cansado del cine. Con la dirección de fotografía nos
remitimos, una vez más, a 'Drive', o al cine setentero. Tiene momentos buenos,
y en general es junto a la realización lo mejor de la película. Otro punto
negativo es la música, que es hortera en algunos momentos y está fuera de lugar
en otros a pesar de estar más o menos
bien justificada.
La nueva película de Kike Maíllo
es como las muñecas flamencas que se ponen encima de la televisión.
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