En el año 1982 se produjo en Guatemala un golpe de estado que tuvo como consecuencias una guerra civil y una dictadura militar. Nuestras madres no es la historia del pasado sino del presente y de lo que queda de todo ese dolor. El protagonista de esta película es un joven antropólogo forense que analiza los huesos para desenterrar el pasado y poder dar paz a las personas que no saben lo que les sucedió a sus seres queridos. Una mujer indígena le pide que le ayude a conseguir los huesos de su marido muerto enterrado en una fosa común y poder tenerlo en un lugar al que rezarle. En el camino en el que va investigando este caso conocerá su propia historia y la fuerza y valentía que tuvo su madre. La película, aunque ficción, tiene un tono casi de documental, nos muestra a los personajes y sus historias de una forma lo más aséptica posible. No se posiciona porque la fuerza y la emotividad de lo que está contando es tan fuerte que no lo necesita. No hace falta remarcar lo que queda tan claro, hubo una guerra y no busca venganza sino reconocimiento del daño causado y reparación.
A pesar de lo que cuenta es una historia que resulta esperanzadora y que apuesta por una mirada amable sobre el hombre, aunque se puedan cometer grandes crímenes también hay lugar para el perdón y para la bondad y la solidaridad. Viviendo en un país que también ha pasado por un golpe de estado y una guerra civil podemos hacer comparación con lo que ha sucedido aquí y lo que nos muestra la película. Aunque las películas no cambian el mundo, esta puede servir para reflexionar que es necesario conocer la historia y reconciliarse con ella para poder seguir con el presente y que pueda haber un futuro. Una historia pequeña pero con un gran trasfondo. Llega hoy a los cines y es una buena opción.
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