Cuando vemos una película
o vamos al teatro ya vemos un trabajo terminado, pero detrás hay un proceso de
creación que desconocemos. Los autores hacen que parezca fácil lo que realmente
es complicado. A partir de una pequeña idea se van desarrollando unos
personajes, una trama y todo un universo nuevo en el que todas las piezas
encajan. Cartas a Roxane nos cuenta cómo se forjó la obra de Cyrano de Bergerac,
una de las obras más importantes de la escena francesa. Un autor que no está
teniendo demasiado suerte con las obras que estrena necesita de algo que le
haga creer que puede ser el gran dramaturgo que debería ser. Cuenta con uno de
los mejores actores como inspiración pero también la necesidad de dar un futuro
a su familia.
El pobre Edmond Rostand
va vagando en busca de una musa que le ayude, algo desde lo que empezar a escribir
su obra maestra. A partir de un personaje histórico va imaginándose una
historia que pueda convertir en un gran éxito. A partir de esta pequeña semilla
la historia va floreciendo a partir de la gente que le rodea, sus amigos y sus
experiencias van nutriendo para que vaya creciendo. Como muchas de las
grandezas de una obra son cosas que van surgiendo de pequeñas casualidades, que
la inspiración puede llegar donde menos se espera. Esta es una historia es
complementaria a Cyrano, se disfruta más y se llega a comprender mejor las
escenas si se conoce la obra original pero no es necesario porque se nos va
contando la historia a la vez que el autor la va descubriendo. Es emocionante recorrer
ese camino porque nos hace partícipes de la creación.
Aunque no lo cuente la
historia en la película, para Edmond Rostand esta fue su primer éxito que no
logró superar. Sabía que había hecho una gran obra pero el éxito que tuvo fue
tal que no llegó a sobreponerse y a escribir otro texto que estuviera a la altura.
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